DE LA IGLESIA A LA HULAGUILLA (1742-1861)
Hasta principios del siglo XIX se enterraba dentro de la Ermita de
San Nicolás, a pesar de la Real Cédula de Carlos III de 3 de abril 1787
que obligaba a los pueblos a tener cementerios en espacios abiertos.
Con anterioridad a la construcción de la misma había que llevar a los
muertos a Tejeda o enterrarlos en la Iglesia Vieja del siglo XVII,
situada en La Palmilla junto al Cercado del Curato. Para optimizar el
tan corto espacio de la Ermita, con 40-50 muertos o más, por año, las
sepulturas se renovaban constantemente, pasados unos 3-4 años de cada
inhumación; además, en una misma fosa había que superponer dos o tres
muertos. Los restos exhumados se depositaban en la cercana Iglesia Vieja
que por ello tomó el nombre de Osario, por lo que el viejo recinto
volvió a tomar un carácter sagrado. El problema se presentaba en las
mortandades por hambrunas y epidemias como la de la Fiebre Amarilla de
1811, que obligó a dejar de sepultar en la Iglesia y hacerlo en El
Osario, a la vez que se aprovechó la ocasión para construir un nuevo
camposanto en Los Llanos (La Hulaguilla), que fue inaugurado el 16 de
septiembre 1813. Pero este no convencía a la gente que, superada las
mortandades, insistía en volver a sepultar a sus muertos en la Ermita.
El 27 de noviembre de 1829 se bendijo en dicho camposanto una nueva
obra (cerrada con paredes de piedra seca) y volvió a enterrarse en el
mismo, sin convencimiento vecinal. La Epidemia del Cólera de 1851 obligó
a enterrar muchas veces fuera del Cementerio, en casas o en lugares
apartados, pues nadie acudía al entierro por pánico al contagio. El 13
de octubre de 1861 se bendijeron nuevas obras (muralla de mampostería de
2m de altura y Calvario), con dinero del indiano José Ramírez. Esta
reforma dejó al camposanto más amplio (27 x 40 m, unos 1080 m2), con su
planta dividida en cuatro espacios en cuyo centro estaba dicho Calvario,
donde se colocaba el muerto para recibir el último responso. Y en 1875
se trajeron, con polémica vecinal, los restos del Osario de La Palmilla
por ese tiempo denominado como Cementerio Viejo.
Entre finales del
XIX y principios del XX se va generalizando el uso del ataúd, pues
antes los muertos se transportaban en parihuela hasta la Iglesia, donde
se colocaban para el entierro en una caja común que luego volvía a la
misma. Más tarde, en Tasarte y Tasartico se dispuso de otro féretro
común, que se guardaba en una cueva a la entrada de cada lugar.
OBRAS DE MEJORAS DEL CEMENTERIO PARROQUIAL: 1928-1971. TASARTE (1978) Y ARTEJÉVEZ (1979)
Importantes mejoras se hicieron en 1928, con dinero público sobrante
de El Pleito de La Aldea, consistentes en una fachada con estilo
arquitectónico a base de bloques almohadillados, puerta de madera con
rejas, dos salas a la entrada (en una de ellas se hacían las autopsias
entre 1929 y 1970), realizadas por el maestro de obras Simeón Rodríguez,
según modelo traído de Cuba.
Los primeros nichos empezaron a
hacerse hacia 1931 con la sepultura de Manuel Díaz; pero se seguía
enterrando en tierra hasta principios de los años cincuenta cuando
comienzan a generalizarse estas obras de cemento y cal sobre todo por el
Este y Sur donde se levantó la Capilla (1950) para lo que se necesitó
ampliar la superficie unos 3 metros lineales más hacia el Sur (84 m2).
En aquel momento el espacio de tierra estaba muy saturado y para
optimizarlo se recurrió a la excavación de una fosa amplia para enterrar
de dos en dos, en tres filas superpuestas separadas por una capa de
tierra, a la vez que se aceleraba la extracción de los restos más
antiguos y se quemaban en el Osario.
A partir de la Ley de
Registro Civil de 1957 se controlan los enterramientos al establecerse
el plazo de 24 horas después del óbito, pues antes solían inhumarse a
personas vivas en muerte aparente, lo que se descubría cuando se
exhumaban por renovación de las fosas.
El modelo de sepultura en
tierra llevaba un camellón con una cruz de madera sencilla con algún
torneado, salvo alguna de hierro o de mármol, y con una breve referencia
del muerto. En La Aldea y en Tasarte había carpinteros especializados
en construcción de ataúdes, como lo fueron,
respectivamente, maestro Tomás Rodríguez Armas y Vicente Díaz García e
hijos, hasta los años sesenta. En 1971 se
coloca en esta entrada del Cementerio Parroquial, la escultura del Ángel
en el Juicio Final, de Raúl León García; momento en que ya no se
sepultaba en tierra con lo que el perímetro se iba saturado con varias
filas nichos hasta el punto que por la parte norte se destroza la
artística fachada de 1928.
En 1972 se empieza a enterrar en el Cementerio Municipal de Tasarte y en 1979 en el Cementerio Municipal de Artejévez.
(Nuestro
agradecimiento a D. Francisco Suárez Moreno, Cronista Oficial de La
Aldea de San Nicolás. Ver su interesante libro "La muerte en la sociedad
tradicional. Espacios, halos, costumbres y miedos en el Suroeste de
Gran Canaria". Mercurio Editorial, abril 2018).